¿QUÉ FUTURO SOMOS?


Me parecen increíbles estos tiempos tan turbulentos en los que nos están liberando a nosotros, las jóvenes generaciones.

Vivimos y crecimos con gobiernos socio-demócratas que parecían tener una esperanzadora realidad, grandes potencias mundiales, importantes desarrollos tecnológicos, movimientos políticos y sociales que promovían la igualdad y los derechos humanos. Incluso nos tocó el buen trato que se le otorgó a los refugiados e inmigrantes ante las crisis de unos países.

Pero no solo eso, sino que nos llenaron la cabeza con promesas y maravillas. Nos dijeron que éramos el futuro, que cambiaríamos el mundo. La historia nos dijo que solo había un camino, hacia adelante. Progreso tras progreso, mejora tras mejora. ¿No debería de ser así?

Ahora nos tocan los movimientos ultraderechistas. Nos tocan los movimientos populistas y oportunistas, la decadencia (o más bien revelación) de la política y las relaciones internacionales, la fuerte repulsión y falta de empatía hacia los inmigrantes y los refugiados. Nos enfrentamos ya no solo a los ataques terroristas, sino que a los supremacistas también. Observamos como lentamente perdemos la razón, el pensamiento crítico, el interés hacia el cambio climático. Participamos, a través de las redes sociales, en la expansión masiva de noticias falsas y engañosas que buscan levantar muros y radicalizamos movimientos sociales.

Cosechamos, durante años, democracias gastantes tras democracias gastantes. Cosechamos una ideal falso del progreso humano. Nos inculcaron a las jóvenes generaciones un idealismo y un optimismo respecto al futuro. Sin embargo, con tantos acontecimientos devastadores que dejan al descubierto una situación crítica que por tanto tiempo se intentó ocultar, ya no estoy segura de mi realidad. Ya no estoy segura de la democracia ni de la economía ni de los movimientos sociales que tanto aclamaba la gente. 

Tendemos a pensar que el ser humano solo puede fijar la mirada en el progreso. Si algo hace, nos decimos, involucra un descubrimiento, un desarrollo tecnológico o un avance social. Decimos ser especiales. Decimos conocer este siglo. Decimos aceptar la paz. Decimos superar las guerras propias del siglo XX. Pero la saliva es gratis, y por fin se ha notado.

Las generaciones previas a nosotros criaron silenciosamente un pensamiento que no veía ni al pasado ni al futuro. Enroscaron y cubrieron estas ideas con promesas liberalistas y ricas en esperanza. A pesar de eso, el pensamiento siguió allí. Ese pensamiento de vivo en el ahora porque el mañana nadie lo tiene garantizado.  Ahora, en el siglo XXI, sufrimos de un tremendo calentamiento global, de distintos movimientos políticos peligrosos, de ideas extremistas y con una difusión rápida de estas a través de redes sociales. Ahora es cuando los resultados de esta forma de pensar surgen desde el oscuro del mar.

Y ahora somos las generaciones jóvenes, aquellos que vimos con desilusión la rápida caída de un sistema prometedor, los que intentan detener el tsunami de problemas al que se nos ha abandonado. Somos nosotros, los trágicos soñadores, los que nos preguntamos qué fue del futuro que nos prometieron. ¿Qué hicieron con nuestro futuro?

(Cuando escribo esto, no hablo por todos los jóvenes ni hago referencia a todos los adultos, pues tanto mi familia como mis antiguos maestros saben que la persona que soy es gracias a ellos). 

Comentarios

  1. Buen texto Elsa. Ese futuro que reclamas debe ser conquistado, esa es vuestra tarea.
    Saludos

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